(Comentario sobre el poemario Alguna Sociedad Excitada de Adrián Saénz. Cuadernos Existir #11. Abril 2008)
El trabajo poético de Adrián Saénz exige una actitud paradójica para su lectura, pues al mismo tiempo que ahonda en la profundidad de la psique del cívico contemporáneo, ese hundimiento es realizado con burla sarcástica y convicción en lo indecible. El silencio caracteriza la poesía de Saénz, no únicamente el silencio físico, la ausencia de voz o el tiempo postergado para arribar a esta publicación que hoy nos atañe. En cada poema Saénz calla algo, deja algo en la sombra y en el silencio conservando la claridad de la oscuridad.
No he conocido hasta hoy una persona que albergue en ella misma una violencia tan aguda junto a la mansedumbre. Sin sarcasmo lo digo: Adrián Saénz no aguarda un segundo, ni escatima una palabra para expresar su rabia, al mismo tiempo que su cuerpo aguarda en la quietud y el silencio, como sabiendo que su rabia es la ropa fina de una inconmensurable compasión por la humanidad o quizá, por el contrario, el silencio es la agresión encarnada. Saénz ve el hocico oxidado de un automóvil al mismo tiempo que contempla la propia muerte, “también mueren quienes presencian / la muerte del Otro” En sus poemas la muerte está descrita con precisión forense: La carne abierta en el tórax
De tal manera, la poética de Saénz se sumerge en lo desconocido de lo inconsciente, en la sombra, en aquello que tememos ver. Lo hace sin pretensiones estilísticas, quizá su pretensión sea de carácter ético. Aquí se inicia la frontera
Cuánto ha cambiado en nosotros, en nuestro pensamiento en los últimos cien años, ni qué decir en los últimos cinco mil años. Podríamos alegar, quizá justamente que el pensamiento se ha envuelto en una trasformación iniciada en los descubrimientos científicos modernos, desde las leyes de la gravedad, la teoría de la relatividad hasta la física cuántica. Sin embargo, esa trasformación del pensamiento, para muchos es una ilusión, pues las ideas desprendidas de tales descubrimientos fueron planteadas por nuestros ancestros, cientos de años atrás.
De qué nos sirve la conciencia de la inutilidad del pensamiento y del conocimiento si nuestro caminar diario es una reverencia a la máquina, si nuestro silencio es una demanda agresiva, si no podemos estar el uno con el otro. (ceniza_76@hotmail.com)