viernes, 6 de junio de 2008

Benjamín Serrano Banuet La sombra del olvido

Por Yvonne V. Arballo

Por mera curiosidad puse el nombre Benjamín Serrano en google y para mi sorpresa lo único que encontré fue un homónimo doctor y la galería de la Casa de la Cultura de Tijuana que lleva su nombre y ha hospedado diferentes exposiciones de artistas más o menos conocidos y un tanto cuanto desconocidos. Pero del pintor tijuanense en cuyo honor fue nombrada dicha galería, apenas una entrada referente a una exposición en la también extinta galería de arte H&H.

En esta ciudad sin memoria, en donde cada generación se cree la descubridora del hilo negro y del agua hervida, las huellas de los pioneros que abrieron la senda que los one and only transitan sin machete en la mano, se esfuman como las ilusiones.

Benjamín Serrano Banuet fue un hombre de carne y hueso, un hombre que se entregó en cuerpo y alma al arte a través de la pintura y la escultura. Era un excelente conversador y le encantaba contar anécdotas maravillosas, inventadas, exageradas o producto únicamente de su imaginación. Razón por la cual sus amigos lo bautizaron como el Pinocho cuando estuvo en la Escuela de Artes de San Carlos, además de ser poseedor de una nariz de respetable longitud que calzaba perfectamente con el apodo.

Cuando lo conocí ya estaba canoso y los estragos por el abuso del alcohol eran visibles. Representaba mucho más de los 44 años que tenía. Estábamos en el estudio que en ese tiempo mantenía en una estrecha bodega del último piso de la Casa de la Cultura de la Altamira y estaba pintando el mural desmontable La Malinche y su Gran Equipo de Mantenimientoque. Gran parte de la conversación versó sobre el casi año que tenía pintando “La Malinche”, sobre la falta de interés y apoyo al arte y a los artistas, de lo carísimo de los tubos de pintura y los pinceles y del cuchitril en el que tenía que trabajar. Serrano, conversador incansable, al que le temblaban las manos como azogado, me contó la historia de cuando viajó a Centroamérica, de raite y cargando nada más y nada menos que los 24 tomos azules de la Enciclopedia de Arte de Pijoan. Cuando me lo contó, me dejó absolutamente sorprendida, yo conocía y codiciaba la Enciclopedia de Pijoan. En innumerables ocasiones había acariciado los lomos azules en la Biblioteca Pública de Chula Vista y sabía el tesoro que contenían. Cargar la enciclopedia completa por medio país me pareció una odisea mayor que la de Ulises.

Serrano se consideraba a sí mismo escultor y se sentía sumamente orgulloso de ello. Decía que llegó el momento en que el lienzo y los pinceles no le fueron suficientes, que necesitaba expresarse en tercera dimensión. Fue en Oaxaca, uno de los muchos lugares en los que vivió, en donde descubrió una madera blanda que le dio las posibilidades que deseaba para tallar. La influencia oaxaqueña en la obra de Serrano se extiende al colorido exótico propio de los pintores del lugar, pasando por la artesanía popular. El mismo definía su obra como “surrealista, religiosa, folclórica, moderna y con autoridad”. Se decía admirador de Toledo y cuando le comentaban la originalidad de su obra, le daba su crédito a Posada y a Diego, quienes como él se nutrieron del folklore y el arte popular. Fue amigo de Toledo y se reía de Tamayo.

También se reía de sí mismo a través de su obra. En donde Diego Rivera reivindicaba al indígena y la grandiosidad de la herencia prehispánica, Serrano captó la esencia lúdica, la burla y la ironía de la cultura popular. En donde Posada, satirizaba la política y evidenciaba el engaño y las mentiras de sistema, el Pinocho, irreverente e irónico criticó la doble moral esclavizante de la religión colonial y tomando de modelo los santos tallados en madera desacralizó, humanizó y se burló del absurdo poder de la iglesia que ostentaba el monopolio de la verdad. Un ingrediente más de la obra de Serrano: el sazón, naturalmente obra de la frontera Tijuana- San Diego-Los Ángeles. Aunque habiendo nacido en Tijuana, dado el trabajo de su padre –prestigiado músico de orquesta- su infancia y adolescencia transcurrió entre la Tijuana y Los Ángeles de los años cuarenta y cincuenta. Poco a poco, Serrano fue integrando a su discurso pictórico y escultórico el consumismo voraz de Norteamérica con una perspicacia caricaturesca. Veamos algunos títulos de sus obras: Adán y Eva como una Reflexión Escultural en la Mente de Noé Tratando de Emprender el Vuelo con su Super Moderno mercado de Carnes, Lady Godiva Monta el Pony Express para entregar un Rayo-X del Destruido Corazón del Hombre a Quien Ella ama. (*)

Serrano jugaba como cuando niño con sus avioncitos convertidos ahora en gigantescas esculturas desparramadas por el mundo en colecciones privadas en Tijuana, Los Ángeles, San Francisco, Aspen, La Joya, Paris, Holanda y Alemania, lugares en los que residió cuando salió de Tijuana para irse a estudiar a la Escuela de Artes y Letras de Guadalajara y de ahí a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, San Carlos en el D. F. Aunque se quejaba amargamente de que ahí no había aprendido nada sino técnica y cuando salió de San Carlos estaba hambriento de saber lo que estaba pasando en Europa. Su primer destino, por supuesto, fue París, en donde vivió y pintó de 1963 a 1965. En la década de los 70’s regresó a Tijuana, para establecerse en La Joya CA., en donde su carrera de artista se consolidó a través de la Mary Moore Gallery, pasando por el Museo Memorial M.H. de Young en San Francisco y la Esther Bear Gallery en Santa Bárbara, CA.

Durante su vida, su corriente estilística fue tratada de definir por prestigiados críticos de arte, generalmente desconcertados por su originalidad. Algunos de ellos son Judith L. Dunham de la revista Art Week, David A. Smith, director de la Baxter Gallery en Pasadera CA., William Wilson de Los Angeles Times y Alfredo Frankenstein de The San Francisco Chronicle. El propio Serrano declaró: “Pintar para mí, no es sólo buscar raíces genealógicas sino ir dentro de la génesis geométrica de un alfabeto universal.

“Vida, esperanza, fe y la mujer son las razones de mi rebelión, esperando que exista un momento en mi corazón para satisfacerla.

“El artista es el catalizador de la energía de las masas. El captura su ser interior y lo fuerza a salir. El artista se convierte en el poeta para equilibrar la energía de las masas.”

Para Tijuana, Serrano fue el hijo pródigo, que cansado de deambular por el mundo, finalmente regresa para quedarse hasta el final de sus días, acaecido en 1988, a la edad de 49 años.

Algún día, a los 50 años de su muerte, alguien lo descubrirá como descubrieron de repente a Frida, que durante su vida fue prácticamente ignorada. Entonces la obra de Serrano, ignorada y olvidada en su propia tierra, será convertida en icono del folklore surrealista de esta frontera llamada Tijuana, y sus obras se subastarán en millones de dólares como las de Van Gogh; y se pondrá terriblemente de moda como Frida y el Che.