Por mera curiosidad puse el nombre Benjamín Serrano en google y para mi sorpresa lo único que encontré fue un homónimo doctor y la galería de
En esta ciudad sin memoria, en donde cada generación se cree la descubridora del hilo negro y del agua hervida, las huellas de los pioneros que abrieron la senda que los one and only transitan sin machete en la mano, se esfuman como las ilusiones.
Benjamín Serrano Banuet fue un hombre de carne y hueso, un hombre que se entregó en cuerpo y alma al arte a través de la pintura y la escultura. Era un excelente conversador y le encantaba contar anécdotas maravillosas, inventadas, exageradas o producto únicamente de su imaginación. Razón por la cual sus amigos lo bautizaron como el Pinocho cuando estuvo en
Cuando lo conocí ya estaba canoso y los estragos por el abuso del alcohol eran visibles. Representaba mucho más de los 44 años que tenía. Estábamos en el estudio que en ese tiempo mantenía en una estrecha bodega del último piso de
Serrano se consideraba a sí mismo escultor y se sentía sumamente orgulloso de ello. Decía que llegó el momento en que el lienzo y los pinceles no le fueron suficientes, que necesitaba expresarse en tercera dimensión. Fue en Oaxaca, uno de los muchos lugares en los que vivió, en donde descubrió una madera blanda que le dio las posibilidades que deseaba para tallar. La influencia oaxaqueña en la obra de Serrano se extiende al colorido exótico propio de los pintores del lugar, pasando por la artesanía popular. El mismo definía su obra como “surrealista, religiosa, folclórica, moderna y con autoridad”. Se decía admirador de Toledo y cuando le comentaban la originalidad de su obra, le daba su crédito a Posada y a Diego, quienes como él se nutrieron del folklore y el arte popular. Fue amigo de Toledo y se reía de Tamayo.
También se reía de sí mismo a través de su obra. En donde Diego Rivera reivindicaba al indígena y la grandiosidad de la herencia prehispánica, Serrano captó la esencia lúdica, la burla y la ironía de la cultura popular. En donde Posada, satirizaba la política y evidenciaba el engaño y las mentiras de sistema, el Pinocho, irreverente e irónico criticó la doble moral esclavizante de la religión colonial y tomando de modelo los santos tallados en madera desacralizó, humanizó y se burló del absurdo poder de la iglesia que ostentaba el monopolio de la verdad. Un ingrediente más de la obra de Serrano: el sazón, naturalmente obra de la frontera Tijuana- San Diego-Los Ángeles. Aunque habiendo nacido en Tijuana, dado el trabajo de su padre –prestigiado músico de orquesta- su infancia y adolescencia transcurrió entre
Serrano jugaba como cuando niño con sus avioncitos convertidos ahora en gigantescas esculturas desparramadas por el mundo en colecciones privadas en Tijuana, Los Ángeles, San Francisco, Aspen,
Durante su vida, su corriente estilística fue tratada de definir por prestigiados críticos de arte, generalmente desconcertados por su originalidad. Algunos de ellos son Judith L. Dunham de la revista Art Week, David A. Smith, director de
“Vida, esperanza, fe y la mujer son las razones de mi rebelión, esperando que exista un momento en mi corazón para satisfacerla.
“El artista es el catalizador de la energía de las masas. El captura su ser interior y lo fuerza a salir. El artista se convierte en el poeta para equilibrar la energía de las masas.”
Para Tijuana, Serrano fue el hijo pródigo, que cansado de deambular por el mundo, finalmente regresa para quedarse hasta el final de sus días, acaecido en
Algún día, a los 50 años de su muerte, alguien lo descubrirá como descubrieron de repente a Frida, que durante su vida fue prácticamente ignorada. Entonces la obra de Serrano, ignorada y olvidada en su propia tierra, será convertida en icono del folklore surrealista de esta frontera llamada Tijuana, y sus obras se subastarán en millones de dólares como las de Van Gogh; y se pondrá terriblemente de moda como Frida y el Che.